¿Cómo llegó a desarrollarse el origen del diablo en la Biblia?

junio 25, 2023

 


Muchos quizás conozcan famosas historias sobre del origen del diablo. Existe una que cuenta que al principio era un ángel bueno creado por Dios, pero que por soberbia peco contra él y fue expulsado al infierno. Sin embargo, pocos saben que esa historia no figura en la Biblia que canónicamente tenemos en el cristianismo que desde el 95 d.C., al 367 d.C., se fue desarrollando hasta su cierre final. Esta historia es sacada de los libros apócrifos, es decir, de los textos que no fueron aceptados por la Iglesia, y que nunca formaron parte de las Sagradas Escrituras canónicas. Mas aun: los libros apócrifos cuentan tres historias distintas sobre el pecado del diablo. ¿Por qué hay tres historias? ¿Alguna se encuentra hoy en la Biblia? ¿Cuál de estas tres es la que las iglesias cristianas han aceptado en sus enseñanzas?


Para responder a esto, debemos remontarnos al origen de la idea del diablo en el pueblo de Israel. En efecto, desde siempre los israelitas se vieron amenazados por diversos males: un animal los atacaba, o un enemigo los golpeaba; y esos males tenían una explicación. Pero de vez en cuando sufrían un accidente extraño, o se enfermaban o morían sin motivo aparente, y entonces se preguntaban: ¿Quién provoco esas desgracias? Pensando que esos males no podían venir de Dios, concluyeron que debían existir ciertas fuerzas o poderes malvados que los generaban. A estas las llamaron espíritus impuros o demonios. Dedujeron también que debían estar gobernadas por un jefe supremo, al que le dieron diferentes nombres: Satan, Semyasa, Mastema, Azazel, Belial o Belcebu.


Al principio, los judíos no se preguntaron de donde habían salido esos demonios. Simplemente aceptaban su existencia. Pero hacia el año 300 a.C. la situación cambio, cuando se vieron invadidos por los griegos. En esa época, Alejandro Magno irrumpió en el Oriente trayendo no solo sus ejércitos, sino también la mentalidad y la cultura griegas. Ahora bien, resulta que los griegos también creían en la existencia de demonios y seres espirituales, pero de manera diferente a la de los judíos. Para los griegos, los demonios eran seres casi divinos, que estaban mas o menos en la misma categoría que sus dioses.

Al verse los judíos invadidos por esa creencia, que ponía a dioses y demonios al mismo nivel, se vieron obligados a preguntarse: ¿Son los demonios seres semidivinos? Y se respondieron que no. Que el único ser supremo era Dios. Los demonios eran criaturas inferiores, creadas en algún momento por Dios. Pero esto los llevo inevitablemente hacia una segunda pregunta: ¿Como pudo Dios haber creado seres malvados? ¿Acaso el Genesis no decía que Dios había hecho todas las cosas bien (Gn 1,31)? Por que introdujo espíritus perniciosos en la creación? A esto se respondieron que Dios los creo buenos, como ángeles, y ellos por su propia voluntad pecaron y se volvieron malos.


Estas dos afirmaciones (que los demonios eran criaturas de Dios y que se hicieron malos voluntariamente) dejaron más tranquilos a los judíos. Pero tarde o temprano tenía que surgir un tercer interrogante: ¿Que pecado cometieron esos ángeles para volverse malos? Y aquí comenzó el problema. Indagando en los textos que hoy forman parte del Genesis hallaron un extraño relato que, pensaron, podía ser la respuesta que buscaban. Ese texto (que está en Gn 6,1-4) cuenta que, al principio de la humanidad, algunos ángeles se enamoraron de las mujeres humanas, de modo que bajaron a la tierra y tuvieron relaciones sexuales con ellas. Como fruto de esa unión antinatural nació una raza de gigantes que habito un tiempo sobre la tierra. Este desorden moral termino enojando a Dios, y por eso decidió castigar a la humanidad enviando el famoso diluvio universal que hubo en tiempos de Noe.


Esta curiosa narración era, en realidad, un antiguo mito, introducido en el Genesis justo antes del diluvio, para explicar por qué Dios había mandado aquella inundación que acabo con la raza humana. Sin embargo, no explicaba ningún pecado de los ángeles. Pero los judíos que buscaban la caída de Satanás creyeron haberla encontrado aquí. Y así se popularizo la idea de que el pecado de Satanás y sus ángeles había sido este, es decir, un pecado sexual. Por eso, hacia el año 200 a.C. se compuso una narración basada en ese episodio, hoy recogida en un libro apócrifo llamado el 1er Libro de Henoc. Es la primera leyenda que existe sobre el origen del diablo.


Según el relato del 1er Libro de Henoc (capitulos 6–11), al principio de la humanidad unos doscientos ángeles se sintieron atraídos por la belleza de las mujeres de la tierra. Entonces, guiados por el ángel Semyasa, su jefe supremo, bajaron y se unieron a ellas. Aquellas mujeres engendraron 3 000 hijos, que no fueron niños normales sino gigantes de enormes dimensiones. Esos gigantes, después de devorar la comida de la tierra, empezaron a devorar a los seres humanos, los cuales, desesperados, suplicaron a Dios que los ayudara. Dios envió a tres ángeles, Uriel, Rafael y Miguel, que apresaron a Semyasa y a sus espíritus rebeldes, y los encerraron en una oscura prisión bajo tierra. Allí están todavía, hasta el día del juicio final, en que serán juzgados y arrojados para siempre a un lago de fuego junto con los demás hombres pecadores. Pero (continua la leyenda) en la tierra quedaron graves consecuencias de ese desorden. Porque, después de que los gigantes desaparecieron, sus espíritus permanecieron en el mundo hasta el día de hoy, vagando y provocando desastres, accidentes y enfermedades: son los demonios.

Esta leyenda se volvió muy popular, y más tarde fue recogida en otros libros también apócrifos, como el Libro de los Jubileos (del año 150 a.C.), el Testamento de los Doce Patriarcas (del año 40 a.C.) y el 2º Libro de Baruc (del año 100 d.C.). Pero ciertos sectores del judaísmo no vieron con buenos ojos este relato. Pensaron que era poco decoroso imaginar un pecado sexual para los ángeles, que eran seres espirituales. había que buscar una falta que se adecuara mejor a su naturaleza.


Ahora bien, los sabios judíos enseñaban que uno de los pecados más dañinos y difíciles de controlar era la envidia. Lo encontramos varias veces en la Biblia. Por ejemplo, en el libro de los Proverbios: La ira es cruel, el enojo es destructivo, pero la envidia es algo irresistible (Prov. 27,4). Y más adelante: La envidia corroe los huesos (Prov. 14,30). O en el libro de Job: La envidia hace morir alnecio ( Job 5,2). Entonces pensaron que el pecado de satanás y de sus ángeles tenía que haber sido la envidia.

 Siguiendo esta idea, en el siglo II a.C. apareció una segunda versión de la caída de estos ángeles, que hoy se encuentra en otro libro apócrifo conocido como La vida de Adán y Eva, compuesto alrededor del año 100 a.C. Según esta nueva leyenda, cuando Dios creo al hombre, lo hizo a imagen suya. Cierto día, convoco a todos los ángeles del cielo y les exigió que adoraran su imagen divina, que estaba en Adán. El arcángel Miguel y sus seguidores obedecieron. En cambio, satanás, por envidia y celos, se negó a hacerlo, pues consideraba que el había sido creado antes que Adán, y por lo tanto tenía una jerarquía superior a la de Adán. Otros ángeles que estaban con satanás también imitaron su negativa. Como castigo, fueron expulsados del cielo.

Esta nueva versión tenía tres ventajas sobre la anterior. Primero, el pecado mencionado encajaba mejor con la naturaleza espiritual de satanás. Segundo, ubicaba el origen de satanás mejor cronológicamente, pues la versión anterior lo situaba en tiempos de Noe y el diluvio, es decir, muy tarde, mientras que esta lo situaba en tiempos de Adán y Eva, al comienzo de la creación. Y tercero, explicaba algo que siempre intrigo a los israelitas: porque satanás se empeñaba tanto en tentar a los hombres. según esta versión, se debe a que, cuando fue expulsado del cielo, perdió todos sus privilegios y favores, mientras que Adán continuo disfrutando de la felicidad del Paraíso; por eso, lleno de envidia y rabia, busco hacerlo desobedecer a Dios para acarrearle la misma condena que pesa sobre el; y desde entonces busca también perder a todos los hombres.

A pesar de las mejoras, el segundo relato tenía un defecto: hacia depender la caída de satanás de la creación del hombre; es decir, satanás había pecado por causa del hombre, cuando en el imaginario judío satanás existía antes de la creación del hombre. había, pues, que buscar otra explicación en la que no estuviera involucrada la humanidad, y que fuera anterior a la creación del mundo. Así, a fines del siglo I a.C. surgió una tercera versión. Se basaba en un antiguo himno que se halla en el libro del profeta Isaías. El himno dice así: Como ha acabado el tirano. Como ha terminado su soberbia... Alla abajo, el sheol se estremeció por ti, y salió a recibirte... Tu soberbia ha sido arrojada al sheol. Tienes una cama de gusanos, y tus frazadas son las lombrices. Como has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora. Has sido derribado al suelo... Tú que decías en tu corazón: Subiré hasta el cielo, pondré mi trono encima de las estrellas de Dios, me sentare en la montaña donde se reúnen los dioses, subiré a la cima de las nubes, seré semejante a Dios. Pero! ay!, al sheol has sido arrojado. A lo más hondo del pozo (Is. 14,4-15).

Algunos judíos pensaron que este himno cantaba la caída de satanás al infierno (el sheol), y que explicaba el motivo: su soberbia y orgullo lo habían llevado a querer ser como Dios. Por ello se rebeló contra El, y fue expulsado de los cielos y arrojado en el sheol. Así, alrededor del año 50 d.C., una obra apócrifa llamada 2º Libro de Henoc (11,39) incluyo esta nueva versión del origen de satanás. Hoy, sin embargo, los exegetas enseñan que el himno de Isaías no fue compuesto para cantar la caída de satanás, sino para celebrar la muerte de un rey de Babilonia (cuyo nombre no figura). Era un rey tan orgulloso y altanero que se creía un dios. Por eso Isaías, burlándose de él, lo llama Lucero (la estrella más brillante y luminosa de la madrugada, venerada por los antiguos como un dios). Ese rey altanero termino sus días como cualquier mortal: pereciendo y bajando al sheol (donde se pensaba que habitaban los muertos). El hecho de creer que este himno se refería al diablo llevo a los lectores posteriores a pensar que Lucero era el nombre del diablo. Y como Lucero en latín se dice Lucifer, al diablo se lo empezó a llamar Lucifer. De ahí que, durante siglos, y hasta el día de hoy, erróneamente a Satanás se le siga dando ese nombre.

Vemos, pues, que a fines del siglo I a.C. circulaban entre los judíos tres versiones sobre el origen de satanás: la del pecado sexual, la de la envidia a Adan y la de la soberbia. Sin embargo, ninguna de ellas quedo registrada en los libros del Antiguo Testamento. Pero, cuando se escribió el Nuevo Testamento, si se incluyó el relato del pecado de satanás. Y nada menos que dos veces. Pero, para sorpresa nuestra, las dos veces aluden a la primera versión: la del pecado sexual.


El primer texto está en la Carta de Judas, escrita alrededor del año 90. Dice así: A los ángeles, que no mantuvieron su dignidad y abandonaron su propia morada, Dios los encerró con cadenas eternas en cárceles oscuras, hasta que llegue el gran día del Juicio. también Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas, que como ellos (los ángeles) fornicaron y se dejaron llevar por el uso antinatural de la carne, sufrieron el castigo del fuego eterno, y ahora sirven de ejemplo (Judas 6-7).

La segunda referencia está en la 2a Carta de Pedro, escrita hacia el año 125, y dice así: Dios no perdono a los ángeles que pecaron, sino que los precipito en las cavernas tenebrosas del tártaro, y allí los mantiene hasta el día del juicio (2 Pe 2,4). El tártaro es otro nombre para designar el lugar del castigo eterno. Que aquí se refiere al pecado sexual se ve en la alusión al encierro en cavernas y a la espera del juicio, que no figuraban en las otras versiones del pecado. La única mención, pues, que el Nuevo Testamento hace del origen de satanás es la del pecado sexual. Sin embargo, conviene aclarar que esos autores no se preguntaban si ese hecho había sucedido realmente o no. Solo lo mencionan para ensenar que Dios castiga toda clase de pecado. Como mencionan también otros episodios históricos que hoy sabemos (como el arca de Noe y el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, o Lot y su esposa convertida en estatua de sal). 
Siglos más tarde, la tradición cristiana abandono la explicación sexual del origen del diablo, a pesar de ser la única mencionada en el Nuevo Testamento, y retomo la del pecado de soberbia. Esta idea paso a los catecismos católicos y manuales de catequesis, y así, desde el catecismo del Concilio de Trento (de 1566) hasta el catecismo de san Pio X (del año 1973), se ensenaron estos seis puntos:

a) Dios creo a los ángeles antes de crear al hombre.
b) Los ángeles eran buenos y con esplendidas cualidades.
c) Dios los sometió a una prueba, que algunos superaron (los ángeles buenos),
y otros no, debido a su soberbia.
d) Estos ángeles fueron expulsados del cielo y arrojados al infierno. Son los que
llamamos satanás y sus demonios.
e) Desde entonces son enemigos de Dios y de los hombres.
f ) Los demonios tratan de empujar a los hombres al pecado, para arrastrarlos con ellos a los castigos del infierno.

Pero en el año 1993 la Iglesia católica público un nuevo catecismo, en el que redujo la enseñanza de satanás a estos puntos:

a) satanás y los demonios eran ángeles buenos, creados por Dios, que por propia voluntad pecó y se hicieron malos (n° 391).
b) Su pecado fue el que se menciona en 2 Pedro 2,4 (es decir, el pecado sexual: 1a version) (n° 392).
c) Pero, al pecar, satanás y los ángeles quisieron ser como dioses (es decir, fue el pecado de soberbia: 3a version) (n° 392).
d) Desde entonces satanás, por envidia, intenta hacer que el hombre desobedezca a Dios (es decir, su pecado fue el de la envidia: 2a version) (n° 391).

El Nuevo Catecismo, pues, no se pone de acuerdo, y alude a los tres relatos apócrifos sobre el origen de satanás y los demonios. La Biblia nada ensena sobre el origen del diablo. Tampoco ensena nada sobre su existencia. Los dos relatos del Nuevo Testamento que hablan de su origen se basan en leyendas, procedentes de libros apócrifos, que fueron creadas para explicar el problema del mal. Pero tales leyendas crean mas problemas que soluciones. Por ejemplo, ¿Cómo es posible que un ser creado bueno y espiritualmente perfecto haya podido sublevarse contra Dios? ¿Y quien lo tentó para que se hiciera malo, si todavía no existía satanás?

A pesar de estas paradojas, desde el judaísmo del AT, la Iglesia las acepto, las pulió y las propuso como verdades teológicas. Pero son verdades que hoy debemos revisar seriamente. Porque el origen del mal no hay que buscarlo en un ser malvado exterior, sino en nuestras propias inclinaciones interiores (Gn. 6:5; Mt. 24:12). Muchos cristianos viven en una especie de infantilismo moral, culpando a fuerzas maléficas externas de lo que en realidad se debe a su propia responsabilidad. Lamentablemente, el cine y la literatura, con sus historias perturbadoras e impactantes de posesiones y exorcismos (fenómenos estos ya explicados por la Medicina), nos impiden reconocer con madurez que nosotros somos los únicos responsables de nuestros actos, haciéndonos creer que algún demonio exterior puede manejar nuestra vida. Pero no es así. Dios nos ha regalado la libertad, y solo cuando permitimos que nos engañen, nos volvemos dependientes. Porque, como dijo muy bien Jesús: Si conocen la verdad, la verdad los hará libres (Jn 8,32).

Contenido original por: Ariel Álvarez Valdez

Bibliografía

Aranda Perez. Et. Al. Literatura Judía Intertestamentaria. Navarra: Editorial Verbo Divino, 1996.

Diez Macho, Alejandro. Introducción General a los Apócrifos del AT. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1984.

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R. H. Charles. El libro de los Jubileos: O el pequeño Génesis. trad. Verónica Valero. Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2020.

Schodde, George H. ed. El libro de Enoc con Introducción y Notas. Trad. Laura Herrera. Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2020.


Zaldívar, Raúl. Las fuentes que dieron origen al NT. Barcelona: Editorial CLIE, 2020.


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