Los Principales Peligros para el siglo XX: La preocupación del General William Booth de los cristianos del futuro
julio 06, 2023
Hace poco vi esta publicación en el Facebook que me
llamó mucho la atención por su contenido. No solo por que en la imagen aparece
uno de los hombres de Dios mas trascendente en la historia del cristianismo
cuya confianza en Dios le llevó a realizar hazañas extraordinarias para el reino
y para la gloria de Dios. Estoy hablando del General William Booth que junto a
su amada esposa Catherine Mumford de Booth establecieron lo que hoy, después de
158 años, es el Ejército de Salvación con presencia en 133 países.
Janet y Geoff Benge destacan del General Booth su preocupación
y horror por la pobreza y el sufrimiento que existía en la Inglaterra de la revolución
industrial, y que la gente consideraba normales condiciones de vida. Así que,
William Booth dedicó su vida a llevar el evangelio y suplir las necesidades a
los marginados de la sociedad, personas que nunca entraban, ni eran bienvenidas
en las iglesias por su condición. A los 15 años de edad, William le entregó su
vida por completo, y ni la resistencia de la iglesia de este entonces o del
gobierno, ni la falta de apoyo financiero, ni los ataques violentos de las
turbas pudieron impedir que se extendiera la luz del evangelio a lo largo y
ancho de toda Inglaterra y de los 58 países a lo que logró entender al Ejército
de Salvación hasta el día de su muerte un 20 de agosto de 1912.
Sin embargo, su preocupación por el futuro del
cristianismo y de la vida de los seguidores de Jesús del siglo XX le llevaron a
expresar lo que de manera corta pero reflexiva – extendiéndome también hacia
este siglo XXI - comparto para meditar en como estamos llevando nuestra nueva
vida en Cristo y si está dando sus frutos y si sigue desarrollándose y creciendo
con una espiritualidad que transforma vidas y que practica la fe con los demás;
por sobre todo, los pobres[1]. Una fe Viva y preocupada
por el prójimo tal como Dios quiere.
LA RELIGION SIN EL ESPIRITU SANTO
La religión cristiana ha sido una fuerza poderosa a lo
largo de la historia, pero en el siglo XX y XXI ha surgido un peligro latente: la
religión sin el Espíritu Santo. El formalismo y la mera observancia de rituales
religiosos pueden llevar a la pérdida del verdadero poder transformador que el
cristianismo puede tener en la vida de las personas.
El teólogo cristiano A.W. Tozer advierte sobre este
peligro cuando dice: "La religión no redime a nadie. La religión es el
sustituto que el hombre inventó para reemplazar al Espíritu Santo".
Enfocarse únicamente en las prácticas externas de la religión sin una verdadera
experiencia personal con el Espíritu Santo puede llevar a una fe superficial y
carente de vida en abundancia que solo Jesús da.
La Biblia también nos advierte sobre este peligro. En
el libro de Isaías, se registra una advertencia de Dios hacia el pueblo de
Israel que todavía resuena hoy: "Este pueblo se acerca a mí con la boca y
me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí" (Isaías 29:13).
Esta advertencia nos recuerda que la religión vacía de corazón y sin una
relación viva con Dios no tiene poder para cambiar vidas ni impactar al mundo.
El autor cristiano Francis Chan nos insta a buscar una
fe auténtica y viva, centrada en el Espíritu Santo. Él dice: "El Espíritu
Santo nos da poder, amor y autocontrol. Si no experimentamos estas cosas, tal
vez sea porque estamos viviendo una vida religiosa en lugar de una vida llena
del Espíritu".
En el siglo XX y XXI, es crucial que los cristianos se
alejen del formalismo religioso y busquen una relación íntima con el Espíritu
Santo. Como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas: "Vivo, pero
no soy yo quien vive, sino Cristo vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el
cuerpo, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por
mí" (Gálatas 2:20).
Así que, el peligro de la religión cristiana sin el
Espíritu Santo en el siglo XX y XXI es real y latente. La verdadera fe va más
allá de la mera observancia de rituales y abraza una relación viva con Dios a
través del Espíritu Santo. Recordemos las palabras de Jesús en el Evangelio de
Juan: "El Espíritu es quien da vida; la carne para nada aprovecha"
(Juan 6:63). Busquemos la plenitud del Espíritu Santo en nuestras vidas y
permitamos que Él transforme nuestra religión en una fe viva y poderosa.
CRISTIANISMO SIN CRISTO
También, en el siglo XX y XXI, hemos presenciado un
peligro latente dentro del cristianismo: la pérdida de un enfoque centrado en
Cristo. El cristianismo sin Cristo se convierte en una mera religión despojada
de su esencia y propósito. Autores cristianos y la Biblia misma advierten sobre
este peligro y nos instan a mantener a Cristo en el centro de nuestra fe y
práctica.
El teólogo, pastor, maestro y espia alemán Dietrich
Bonhoeffer señala: "Un cristianismo sin vida encarnada y obediente a
Cristo es simplemente una forma de idolatría". Sus palabras nos recuerdan
que separar al cristianismo de su fundamento en Cristo resulta en una fe hueca
y sin poder transformador.
La Biblia también es enfática sobre este peligro. En
el libro de Colosenses, el apóstol Pablo escribe: "Cuidado, no sea que
alguien los capture por medio de filosofías engañosas y huecas, que provienen
de las tradiciones humanas y de los poderes espirituales de este mundo, y no de
Cristo" (Colosenses 2:8). Este pasaje nos exhorta a estar atentos a las
influencias que desvían nuestra atención de Cristo y a mantenernos firmes en
nuestra fe en Él.
C.S. Lewis también nos llama a mantener a Cristo en el
centro de nuestra fe. Él afirma: "Cristo es el cumplimiento de lo que los
mitos trataban de expresar". Esta cita nos recuerda que solo en Cristo
encontramos el verdadero significado y propósito de nuestra fe.
Por lo tanto, el peligro del cristianismo sin Cristo
en el siglo XX y XXI es una realidad que debemos enfrentar. Mantener a Cristo
en el centro de nuestra fe nos protege de caer en una religión vacía y sin
poder transformador. Recordemos las palabras de Jesús en el Evangelio de Juan:
"Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6). Sigamos a Cristo
con todo nuestro corazón, mente y espíritu, y permitamos que su presencia y
poder definan y guíen nuestra fe en este tiempo.
PERDON SIN ARREPENTIMIENTO
En el cristianismo del siglo XX y XXI, hemos
presenciado un desafío significativo: el perdón sin arrepentimiento. El
concepto del perdón incondicional y el amor hacia nuestros semejantes se ha
tergiversado y malinterpretado, llevando a la idea de que el perdón puede ser
otorgado sin que exista un verdadero arrepentimiento. Muchos autores cristianos
de importancia teológica y la Sagrada Escritura misma nos advierten sobre las
implicaciones de este enfoque.
Por ejemplo, El teólogo cristiano C.S. Lewis nos insta
a reflexionar sobre este tema: "El perdón no se concede porque una persona
merezca ser perdonada. Si lo mereciera, no sería perdón". Estas palabras
nos recuerdan que el perdón es un acto de gracia y misericordia, pero también
implica una respuesta genuina de arrepentimiento y cambio de corazón.
La Biblia también nos guía en este asunto. En el
Evangelio de Lucas, Jesús enseña: "Si tu hermano peca, repréndelo; y si se
arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y siete veces al
día vuelve a ti diciendo: 'Me arrepiento', perdónalo" (Lucas 17:3-4). Este
pasaje nos muestra la importancia del arrepentimiento genuino como condición
para recibir el perdón.
En ese sentido, Timothy Keller nos desafía a entender
el verdadero significado del perdón sin arrepentimiento: "El perdón no
implica decir que lo que se hizo está bien o que no importa. Implica liberar a
la persona del juicio y confiar en Dios como el juez verdadero". Esta cita
nos recuerda que el perdón no implica negar la gravedad del pecado, sino dejar
en manos de Dios la justicia y liberarnos del resentimiento.
En el siglo XX y XXI, es esencial comprender y
practicar el perdón basado en el arrepentimiento. A través del arrepentimiento
genuino, se restaura la relación con Dios y con los demás. Como dice el apóstol
Juan en su primera carta: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan
1:9).
En definitivo, el perdón sin arrepentimiento en el
cristianismo del siglo XX y XXI es un desafío que debemos abordar. Debemos
recordar que el perdón no es una transacción superficial, sino un proceso que
implica arrepentimiento y cambio de corazón. Sigamos el ejemplo de Cristo,
quien nos perdonó al pagar el precio de nuestros pecados en la cruz, y
practiquemos el perdón basado en el arrepentimiento y la reconciliación. Como
dijo Jesús en el Sermón del Monte: "Porque si perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas"
(Mateo 6:14-15).
SALVACION SIN REGENERACION
En el cristianismo del siglo XX y XXI, ha surgido un
peligro importante tal como lo predijo Booth: la idea de que la salvación puede
lograrse sin la regeneración o el cambio radical del corazón. Esta perspectiva
minimiza la necesidad de una transformación interior profunda y una rendición
total a Cristo. La Biblia y muchos autores cristianos alertan sobre las
implicaciones de esta visión distorsionada.
El teólogo cristiano J.I. Packer nos insta a
reflexionar sobre este tema crucial: "La salvación que Cristo ofrece no es
solamente un escape del infierno futuro, sino una entrada en la vida eterna de
comunión con Dios en la tierra y en el cielo". Estas palabras nos
recuerdan que la salvación verdadera no es solo un cambio de destino, sino una
relación restaurada y transformada con Dios.
En la Biblia, el Evangelio de Juan, Jesús declara:
"De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver
el reino de Dios" (Juan 3:3). Este pasaje enfatiza la necesidad de la
regeneración, el nuevo nacimiento espiritual, como parte esencial de la
experiencia de salvación.
A.W. Tozer nos desafía a entender la importancia de la
regeneración en la salvación: "La regeneración es el renacimiento del
hombre. Es el acto por el cual Dios hace un nuevo comienzo en la vida moral y
espiritual de la persona". Esta cita nos recuerda que la salvación genuina
implica un cambio interior radical que solo puede ser realizado por el Espíritu
Santo.
En el siglo XX y XXI, debemos recordar que la
salvación sin regeneración es un engaño peligroso. La salvación no es
simplemente un asunto de creencias intelectuales o adhesión externa, sino una
experiencia profunda que implica la transformación del corazón y el
sometimiento a Cristo como Señor y Salvador. Como dijo el apóstol Pablo en su
carta a los Corintios: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2
Corintios 5:17).
Así pues, la salvación sin regeneración en el
cristianismo del siglo XX y XXI es un peligro al que debemos prestar atención.
No podemos separar la salvación del poder transformador del Espíritu Santo en
nuestras vidas. Debemos buscar una experiencia genuina de regeneración, un
nuevo nacimiento espiritual, que nos lleve a una vida transformada en Cristo.
Como dijo Jesús en el Evangelio de Mateo: "Por sus frutos los conoceréis"
(Mateo 7:20). Que nuestros frutos revelen la genuina regeneración que acompaña
a la verdadera salvación en Cristo.
POLITICA SIN DIOS
En el siglo XX y XXI, hemos sido testigos de un
peligroso fenómeno: la política sin Dios. La creciente tendencia de separar la
esfera política de la influencia de la fe y la moralidad cristiana ha llevado a
consecuencias negativas en la sociedad. Incluso, la Biblia misma nos advierten
sobre las implicaciones de la política que ignora a Dios.
La Biblia también nos guía en este asunto. En el libro
de Proverbios, se nos recuerda: "Cuando los justos gobiernan, el pueblo se
alegra; cuando los impíos dominan, el pueblo gime" (Proverbios 29:2). Este
pasaje nos muestra la importancia de la justicia y la sabiduría de Dios en la
gobernabilidad.
Asimismo, Os Guinness nos desafía a comprender la
relación entre Dios y la política: "La política sin Dios puede ser
simplemente una guerra de todos contra todos, una batalla de poder, de
intereses mezquinos y de voluntades desenfrenadas". Esta cita nos recuerda
que la política basada únicamente en la ambición humana puede llevar a la
injusticia y al caos.
En este tiempo, como en tiempos antiguos, es esencial
reconocer la importancia de Dios en la política. La política sin Dios carece de
una base sólida de principios morales y éticos que protejan y promuevan el
bienestar de la sociedad. Como cristianos, debemos comprometernos en la esfera
política, guiados por nuestros valores y principios basados en la Palabra de
Dios.
En definitivo, la política sin Dios en el siglo XX y
XXI representa un peligro para la sociedad. La separación de la fe y la
moralidad cristiana de la política tiene consecuencias negativas en la
gobernabilidad y el bienestar de las personas. Recordemos las palabras del
salmista en el Salmo 33:12: "Bienaventurada la nación cuyo Dios es el
Señor". Busquemos que Dios guíe nuestras decisiones políticas y trabajemos
por un enfoque político basado en la justicia, la sabiduría y la moralidad
divina absoluta.
CIELO SIN INFIERNO
En los siglos que ha sido objeto de esta reflexión ha
surgido una preocupante tendencia en la enseñanza cristiana: la idea de un
cielo sin el infierno. La noción de un juicio final y la realidad del castigo
eterno se han minimizado o incluso negado en algunos círculos. Esta es una visión
distorsionada que la biblia no deja pasar por alto por sus implicaciones.
J.I. Packer reflexiona sobre este tema crucial:
"La realidad del infierno implica que nuestras decisiones y acciones en
esta vida tienen consecuencias eternas. No podemos ignorar la realidad del
juicio final y sus implicaciones". Estas palabras nos recuerdan que el
cielo y el infierno son realidades que debemos tomar en serio.
La Biblia también nos guía en este asunto. En el
Evangelio de Mateo, Jesús advierte: "No temáis a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar el alma; más bien, temed a aquel que puede destruir alma y
cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28). Este pasaje nos muestra la realidad
del infierno y la importancia de vivir de acuerdo con los principios divinos
El autor cristiano C.S. Lewis nos desafía a entender
la enseñanza bíblica sobre el cielo y el infierno: "El cielo y el infierno
son dos dimensiones de la realidad eterna. Negar la realidad del infierno es
negar también la realidad del cielo". Esta cita nos recuerda que la
enseñanza cristiana del cielo no puede ser separada de la enseñanza sobre el
infierno.
En conjunto, la enseñanza cristiana del cielo sin el
infierno en el siglo XX y XXI es una distorsión que debemos abordar. No podemos
separar la realidad del cielo y el infierno en la enseñanza bíblica. Debemos
tomar en serio la realidad del juicio final y vivir de acuerdo con los
principios divinos, buscando la salvación y la reconciliación a través de
Cristo. Como dijo Jesús en el Evangelio de Juan: "Yo soy el camino, la
verdad y la vida" (Juan 14:6). Sigamos a Cristo y confiemos en su promesa
de vida eterna en el cielo.
Conclusión
No estaba equivocado el General Booth con respecto a
la situación que la iglesia cristiana vivió en el siglo XX y lo sigue viviendo,
mas terriblemente, en este siglo XXI. Pero no solo debe conmovernos lo acertado
de las declaraciones de Booth de lo que esta pasando. Sino que debemos trabajar
en la viña del Señor poniendo en acción nuestra pasión por Cristo en la vida de
los demás. Porque una vida transformada, será algún día el instrumento de Dios para
transformar una familia y una sociedad.
[1] Los pobres que hacen mención los evangelios es una palabra genérica que engloba a todos y que no solamente tiene que ver con economía. La referencia es tanto hacia a aquellos que necesitaban mendigar para vivir, como a los que carecían de honor o no podían contar con el apoyo de su familia. Específicamente: mendigos, desarraigados, oprimidos, enfermos, endemoniados, pecadores, marginados, mujeres, viudas, niños y extranjeros. Santiago Guijarro Oporto, Jesús y el comienzo de los evangelios (Navarra: Editorial Verbo Divino, 2006), edición PDF, 62-63.
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